27 de mayo de 2021

“La educación emocional no es un ‘lujo’, sino una herramienta imprescindible”

Pablo Fernández Berrocal es catedrático de Psicología en la Universidad de Málaga, director y fundador del Laboratorio de Emociones de la misma universidad y director del Master de Inteligencia Emocional. Además, desarrolla programas de mejora de la Inteligencia Emocional en diferentes ámbitos y organizaciones, entre ellas las educativas.

¿Cómo podríamos definir la educación emocional?

La educación emocional está basada en el concepto de Inteligencia Emocional desarrollado por los investigadores Peter Salovey (Yale University) y John Mayer (University of New Hampshire) en 1990.

Desde esta perspectiva la inteligencia emocional se define como el uso de cuatro habilidades básicas que se pueden educar y desarrollar a lo largo de todo el ciclo vital:
1) Percepción y expresión emocional: la habilidad de percibir en uno y en otros emociones, así como la capacidad de expresarlas adecuadamente.
2) Facilitación emocional: la capacidad de generar sentimientos y emociones que faciliten la toma de decisiones y la solución de problemas.
3) Comprensión emocional: la capacidad para integrar lo que sentimos dentro de nuestro conocimiento emocional.
4) Regulación emocional: la capacidad de aceptación y regulación emocional, es decir estar abiertos a estados emocionales positivos y negativos, a reflexionar sobre la información que los acompaña, así como ser capaces de modificar tanto las emociones propias como las de otras personas.

Estas habilidades están vinculadas entre sí de forma que para una adecuada regulación emocional es necesaria una buena comprensión emocional y, a su vez, para una comprensión eficaz requerimos de una apropiada percepción emocional.

¿Por qué se debe trabajar en el colegio?

La evidencia empírica de los últimos 25 años nos indica que es muy importante. Diferentes meta-análisis sobre la efectividad global de estos programas han demostrado que las escuelas que aplican un programa de intervención en IE han mejorado en positivo a corto y largo plazo variables tan importantes como el rendimiento académico de su alumnado y la relación maestro-alumno, han reducido los problemas de conductas, los niveles de ansiedad emocional y han disminuido conductas de riesgo como el consumo de sustancias.

¿Cómo hacerlo?

Tenemos que hacerlo de forma muy práctica y utilizando programas de educación emocional de calidad que estén acreditados y que las personas que los impartan tengan una formación adecuada en ellos.

¿A partir de qué edad?

Debemos comenzar lo antes posible. Como ocurre con otras habilidades complejas como aprender idiomas o tocar un instrumento como el piano, si comenzamos en infantil, con tres años, lograremos mejores resultados que si esperamos a comenzar en la adolescencia.

¿Qué recursos hacen falta?

Hace falta, en primer lugar, una decisión política desde la dirección del centro para querer hacerlo e implicar a todos los actores relevantes de una escuela: desde el profesorado al alumnado, pasando por las familias. Esto es lo más importante y lo más complicado. Luego, una inversión en los recursos de implementación de un programa de educación emocional con lo que conlleva de tiempo de formación del profesorado y adaptación de materiales de forma transversal.

¿Qué papel deben tener los docentes? ¿Es necesario que se formen?

La educación de las emociones en la escuela necesita ineludiblemente de la implicación de unos de sus actores más importantes: los docentes. Sin ellos, no será posible este cambio radical. Si tuviéramos que dibujar el perfil ideal del educador del siglo XXI no sería una tarea fácil, pero un dominio de las competencias socioemocionales sería una característica indispensable. Por ello, la formación en sus propias competencias emocionales es un paso previo antes de que empiecen a educar las emociones del alumnado.

¿Y las familias?

Son también indispensables. Los programas que logran implicar a las familias en la educación emocional son más eficaces. Ya sé que no es una tarea fácil, pero hay que intentarlo porque supone un cambio cualitativo.

En el Laboratorio de Emociones han creado el programa de educación emocional INTEMO para jóvenes. ¿En qué consiste?

INTEMO / INTEMO+ es un programa de entrenamiento para jóvenes de entre 10 y 18 años que se centra en el aprendizaje de habilidades emocionales. Es un programa eminentemente práctico en el que la metodología con la que se llevan a cabo estas sesiones permite al alumnado desarrollar cada una de las habilidades que son entrenadas.

¿Qué tipo de actividades realizan?

Las actividades del programa INTEMO están distribuidas en cuatro fases que corresponden a las cuatro ramas del modelo teórico de Inteligencia Emocional de Mayer y Salovey en el que está basado el programa.
Consta de una sesión introductoria, 12 sesiones de actividades y una guía de evaluación de las habilidades aprendidas. Las 12 sesiones de actividades se desarrollan durante tres meses (una sesión semanal) donde a través de una serie de sencillos ejercicios prácticos, los jóvenes ejercitan las capacidades emocionales para convertirlas en una parte más de su repertorio emocional.
Además, el programa INTEMO+ incluye sesiones de carácter transversal como, por ejemplo, la elaboración de un “Periódico emocional” y un “Guion de cine” que tratan de ejercitar la mayor parte de las habilidades de IE en su conjunto.

¿Cuáles son los cambios más significativos que han observado donde se ha aplicado?

Durante estos años, hemos podido observar en los participantes una mejora en su ajuste psicológico y social. Por ejemplo, menores niveles de depresión, ansiedad, somatización y estrés social y una mejora en su autoestima. También encontramos un impacto positivo del programa en sus relaciones sociales, en concreto, una disminución de las conductas agresivas y un aumento de las conductas prosociales y la empatía.

Toda esta evidencia nos debe hacer ver que la educación emocional no es un ‘lujo’, sino una herramienta imprescindible para adaptarnos a los grandes cambios e incertidumbres del siglo XXI y mejorar el bienestar y la calidad de nuestras vidas desde la infancia.

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